La diseñadora evoca sus influencias musicales en una colección que invita a recordar los hits bailables de finales de los 90´s e inicios de los 2000.
En el estudio de María Escoté, suena música de fondo constantemente. En la playlist de la diseñadora se alternan Bad Bunny, María Jiménez, David Bowie, Lana del Rey, Estopa, Beach House, Lola Flores, Dolly Parton, Rosalía, Nina Simone, La Zowie, Estopa, Bad Gyal, Françoise Hardy. Ese eclecticismo incluso se respira: el espacio huele a alliums naturales, a pintura acrílica y a una vela con el evocador nombre “Flores y Drácula”. Sobre la mesa, un montón de objetos, metáfora de la mente siempre despierta y creativa de Escoté: su cuaderno -sobre el que le apasiona dibujar sin levantar el rotulador-, un calendario de papel con los días repletos, documentos por firmar, white tack, subrayadores, pases de un festival, hilo, tijeras y una taza de té.
“En mis prendas se mezcla lo naïf con el punk y el techno”, reconoce Escoté. De esa catálisis nace su última colección para Desigual, una invitación a recordar los hits que bailábamos en los clubes a finales de los 90 y principios de los 2000.
“Si hay algo -dice María Escoté- que identifica a nuestra comunidad es la identidad en un lenguaje cromático y gráfico. Es lo que más ilusión me hace, salir a la calle y ver gente con
nuestras prendas. Muchas de esas veces esa persona lleva un total look y no es algo que
me sorprenda ya que, a la hora de diseñar, yo trabajo así, por lo que mis clientas y clientes
entienden a la perfección el concepto de prenda o look que estoy vendiendo”.
Desde esa perspectiva, que Desigual comparte al 100% con la creativa, se ha trabajado conjuntamente una colección de prendas y accesorios -mayoritariamente sostenibles y fruto de procesos más responsables- en la que el color es absolutamente clave. Rojo,
morado y verde flúor se combinan con negros rotundos y azules denim en diferentes
lavados.
Los estampados son marcadamente gráficos, con rayas, efectos de visión térmica, zooms sobre cuatricromías impresas e incluso un collage con imágenes de gatos. “Es uno de los prints más freaks y arriesgados que hemos hecho”, admite María con entusiasmo.
Una sudadera unisex -temporada a temporada, los fans de esta colaboración se hacen con
ellas casi como si de piezas de coleccionista se trataran- y un jersey con fruncidos
presentan dichos motivos gatunos. En la campaña, se combinan con jeans, falda y bolso
en patch de denim para potenciar la estética Y2K de la propuesta.
Las imágenes, disparadas por Txema Yeste, traducen la estética rave en looks elevados,
que son pura moda: porque si los club kids se vestían para el exceso, una it-girl sabe
reinterpretar aquellas claves desde una óptica contemporánea.
Completan la colección otros diseños llamados a ser los favoritos de muchas esta
temporada. Uno de ellos es un vestido mini asimétrico, que combina diferentes paneles
de rayas negras sobre colores flúor. En esa misma gama cromática, un jersey de canalé
ceñido con trampantojo de corsé.
Los vestidos estampados, seña de identidad de Desigual y uno de los éxitos comerciales de
las colecciones Desigual x María Escoté año tras año, se hacen un hueco en la cápsula con
una pieza statement: un maxivestido en tejido elástico con un poderoso motivo en tonos
morados, rosados y amarillos.
“Saber que muchas personas se sienten empoderadas, guapas, listas o creativas cada vez
que usan una de mis prendas -dice María Escoté- no me puede hacer más feliz. Desde el
principio he recibido historias de empoderamiento, feminidad, sensualidad y muchos
mensajes de agradecimiento de personas que pasan por malos momentos y agradecen la
felicidad que les dan nuestras prendas. Dar felicidad a una parte de la sociedad es el
mayor regalo de nuestra profesión”.