Por Carolina Biggio P.
Buenos Aires, la ciudad de los contrastes, donde el sol se entrelaza con el frescor del otoño, ofreciendo un clima perfecto para recorrer sus calles repletas de historia, cultura y, por supuesto, una gastronomía que enamora hasta el paladar más exigente. Con la llegada de mayo, me aventuré a descubrir los rincones más emblemáticos de la escena culinaria, con la promesa de deleitarme con sabores inolvidables y experiencias únicas.
Mi primera parada fue en “El Pobre Luis”, un auténtico templo gastronómico uruguayo que cautiva con su tradicionalidad y exquisita cocina. Su famosa Pamplona y las achuras se convirtieron en un verdadero festín para mis sentidos, marcando el inicio perfecto para mi travesía gastronómica.
Continué mi recorrido en el “Cochinchina Bar”, un verdadero tesoro escondido en la vasta escena de bares de Buenos Aires. Con su puesto en el número 26 de los “50 Best Bars”, este lugar prometía una experiencia única. La buena música y la impresionante coctelería hicieron de mi visita una verdadera delicia para el alma y el paladar.
Pero fue en “Florería Atlántico” donde encontré la verdadera magia. Descender por las entrañas de una floristería para encontrarme con un auténtico speakeasy fue una experiencia fuera de lo común. Este lugar, con una década de reconocimiento en la lista de los “50 Mejores Bares del Mundo”, no solo ofrece una coctelería excepcional, sino que también cautiva con su concepto único inspirado en las migraciones argentinas desde 1983. Mi elección, “La Causa – Perú”, una mezcla sorprendente de sabores que despertó mi curiosidad y satisfizo mis expectativas más exigentes. También sucumbí al encanto del “Coco Caliente – Colombia”, una explosión de sabores tropicales que me transportó a las cálidas tierras cafeteras.
No podía dejar Buenos Aires sin visitar “Tres Monos”, un rincón encantador que se posiciona en el puesto número 11 de los “50 Mejores Bares”. Aquí, disfruté de un Polentini, una ingeniosa versión del clásico Espresso martini que conquistó mi corazón y mi paladar.
En mi búsqueda de experiencias culinarias únicas en Buenos Aires, recibí una recomendación que no podía ignorar: la heladería Rapa Nui en Palermo. Esta chocolatería originaria de la Patagonia había incursionado hace algunos años en el mundo de los helados, y las críticas que recibía eran todas elogios. Decidí probarlo en un sábado por la noche, y al llegar, me encontré el lugar repleto de gente. Aunque la espera fue larga, valió la pena cada minuto cuando por fin probé su aclamado helado de dulce de leche. La cremosidad y el sabor incomparable hicieron que cada bocado fuera una experiencia única.
Una parada imperdible fue en La Cabaña Las Lilas, ubicada en Puerto Madero. Este restaurante, con su ambiente acogedor y cálido, ofreció una experiencia gastronómica incomparable. Opté por el mix de achuras y el clásico bife de chorizo. Para acompañar esta delicia, elegí un Malbec orgánico, convirtiendo esta velada en un festín para todos los sentidos.
Pero un viaje a Buenos Aires no estaría completo sin una verdadera experiencia parrillera, y mi buen amigo argentino Eric me llevó a “Los Talas del Enterriano”. Aquí, entre parrillas humeantes y cortes de carne exquisitos, descubrí el verdadero sabor de la parrilla argentina, acompañado, por supuesto, de un buen fernet para completar la experiencia.
Asimismo, visite a una familia que le tengo mucho cariño, argentinos, quienes me recibieron con la calidez típica de su tierra. Compartimos una merienda tradicional argentina que despertó todos mis sentidos. Entre las delicias que probé, las facturas y empanadas se destacaron por su sabor auténtico. Sin embargo, fue la pastafrola la que conquistó mi corazón con su combinación perfecta de masa crujiente y dulce relleno de membrillo. Y, por supuesto, no puedo olvidar mencionar el mate, esa infusión que es mucho más que una bebida, es un símbolo de la hospitalidad argentina.
Y para culminar mi viaje con broche de oro, “Don Julio”, el No. 1 en la lista de los “Mejores Restaurantes del Mundo 2020”. La atención impecable, los cortes de carne de primer nivel y una cava con más de 20 mil vinos me ofrecieron un cierre memorable para mi travesía culinaria en Buenos Aires.
En resumen, mi viaje durante el otoño porteño fue una experiencia inolvidable, donde cada bocado y sorbo fueron un tributo a la rica cultura gastronómica de esta vibrante ciudad. Desde los bares más exclusivos hasta las parrillas más auténticas, Buenos Aires no solo conquistó mi paladar, sino también mi corazón.
