En la reciente investidura presidencial en Estados Unidos, la primera dama Melania Trump no solo capturó miradas con un sombrero de ala ancha que ocultaba sus ojos, sino que también desató un debate global sobre los mensajes simbólicos y comerciales de su elección de vestuario. Detrás de cada pieza que lució se esconden implicancias que trascienden la moda y se adentran en las esferas del lujo, la política y la diplomacia.
El sombrero tipo canotier, diseñado por la firma independiente Eric Javits, se convirtió en el tema de conversación principal. Este gesto marcó un contraste con tradiciones anteriores, ya que ninguna primera dama había usado un sombrero similar desde Hillary Clinton en 1993. La elección de Melania Trump de cubrir su rostro durante un evento de tal magnitud fue interpretada como un gesto simbólico, que muchos calificaron de sombrío.
En la ceremonia principal, Melania Trump optó por un abrigo azul marino cruzado de la marca estadounidense Adam Lippes. Este diseñador también fue responsable del vestido de gala blanco con lazos negros que usó en el baile inaugural. Ambas piezas, de diseñadores estadounidenses independientes, refuerzan la narrativa de apoyo a la producción nacional mientras su esposo aboga por políticas comerciales proteccionistas.
Más allá de los colores oscuros y las referencias castrenses de su vestuario, la primera dama usa su imagen para construir narrativas que impactan en las relaciones entre la industria de la moda, la política y el comercio global. Mientras su esposo refuerza discursos de aislamiento y aranceles, Melania conecta con los diseñadores estadounidenses independientes, dejando claro que la moda es mucho más que estética; es poder y mensaje.