Llevo 6 años siendo madre y me he encontrado con todo tipo de comentarios o consejos cuando uno ya tiene hijos, desde el típico: “Ya eres madre y toca que te enfoques en tus hijos más que en tu ser como mujer” o “Ya tienes que usar ropa más de mamá, algo más serio”, hasta el “Tienes que tener tiempo para ti, deja al bebé con alguien más y sal, ya es hora de que te desapegues”, pero, realmente a pesar de que al escucharlo uno lo reciba “con buena cara”, ¿Cuánto de esto nos termina desviando más que darnos un rumbo dentro de nuestra maternidad?.
Cuando somos primerizas escuchamos mucho de afuera pero poco a nosotras mismas, sin embargo seguimos escuchando al mundo decir que las mujeres debemos empoderarnos y ser lo que queramos ser, que vayamos con todo la fuerza y logremos nuestros objetivos, pero nadie toma en cuenta que hay ciertas etapas de vida donde nos encontramos con mil y un trabas o comentarios sobre quienes somos o queremos ser, ser madre en un mundo donde te miran de reojo para calificar tu maternar es como estar en plena guerra y saber que uno sale de casa a batallar contra todo y lograr que nuestros hijos estén bien bajo nuestras decisiones de crianza y hacerlos sentir que somos nosotras ese pilar que necesitan. ¿Qué difícil no? Uno como madre pasa por muchas etapas también, que no todas lo vivirán igual pero cada una es igual de retadora que otra.
Hoy les quiero contar la historia de esta mamá gallina que entendió que la etapa de madre también tiene etapas dentro y que no existe nadie más que una misma para trabajar con nuestra esencia y aterrizarla en nuestra nueva vida de madre, disfrutando de ser nosotras mismas y cómo esto se proyecta en el bienestar no solo de mamá, sino también de la familia, porque hoy en día el ser una mamá empoderada no solo es la mamá con una carrera, sino, somos todas las que vamos aprendiendo, aceptando y abrazando quienes somos hoy, siendo la mamá que elegimos ser o la que nos tocó ser pero siempre conectando con nuestra esencia, esa mujer que antes de ser mamá disfrutaba de bailar, de salir, de escribir, de hacer todo lo que nos identificaba y nos sigue identificando así esté dormido durante alguna etapa en el maternar.
Cuando salí embarazada me quedé sin trabajo, tocó enfrentarme a mi y mis miedos pero a la vez reforzar el agradecer y avanzar, cuando nació mi primer hijo me tocó enfrentarme a muchísimos retos, era la primera vez que tenía contacto tan cercano a un bebé y a todo el trabajo que involucra ello, cuando empecé a meterme más en el mundo de la crianza y de mi identidad como madre, me tocó estar muy cerca a comentarios de fuera, juicios ajenos, consejos no pedidos y hasta observaciones de quién era yo o cómo era yo, por supuesto que me encontré con una parte buena también, de apoyo de familia y amigos, pero resalto los retos que estuvieron presentes porque es lo que me ha hecho comprender hoy muchas cosas para poder abrazar y llevar a un siguiente nivel mi maternidad dentro de mi identidad como mujer, mi esencia.
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He sido mamá gallina, muy mamá gallina y es cuando más me he tenido que enfrentar a la “sociedad maternal” por así decirlo, no era de las que a vista de todos se daba un tiempo para si misma, viajes sola o salidas sola, era de las que estaba 100% del tiempo con el bebé, veía la casa, disfrutaba de un rato de tele o una salida y si lograba maquillarme era un golazo porque siempre he amado eso en mí, pero para la sociedad eso no era suficiente ni contaba como tiempo para mi, sentía mucha presión externa con el dejar a mi hijo y yo con una etapa sin cumplir, tenía muchas incertidumbres encima, mi carrera por concluir, mi forma de crianza que no era la convencional, hasta mi forma de vestir porque en ese entonces, no me sentía yo completamente pero sí me sentía cómoda y con eso bastaba, pero inconscientemente algo crecía en mí y no me estaba dando cuenta, era que me estaba olvidando de disfrutar esa etapa que yo había elegido llevarla así de intensa, me dejé llevar por muchos comentarios externos y la ansiedad apareció queriendo yo cumplir con un rol de madre que debía verse como madre, el cual se extendió hasta mi segundo hijo, claro no con la misma intensidad pero aún quedaba un gran rastro.
¡Uff, qué difícil camino iba escogiendo!, pero a la vez entre conocer a tantas madres en el vaivén de esta etapa también fui aprendiendo a elegirme más, no en el sentido de tener que dejar a mis hijos sin sentirme cómoda sino en el sentido de reencontrarme y elegir mi paz mental sin sentirme forzada a encontrar una maternidad ideal, sino una que me permita ser yo, disfrutar de mí, mis gustos, mis hijos, mi familia, mi yo esposa y sobretodo mi yo mujer.
Así empecé mi camino, comencé con pequeñas cosas que me reencontraron conmigo misma, que me hicieron sentir otra vez ese fuego de ser Alexandra de siempre pero ahora con un rol más, el ser mamá. Mi primer paso y el que rompió el hielo fue regresar a bailar, elegí mis estilos favoritos y poco a poco aprendí a abrazar esa etapa, comencé a descubrir mis gustos de siempre aterrizados en mi yo mamá, encontré incluso esa parte de mí que pensaba estaba perdida, y no les hablo de grandes cantidades de tiempo a solas, les hablo desde 5 minutos cuando dormían los peques, hasta una hora o dos cuando las cosas iban bien en el día, todo momento, todo instante donde podemos vernos al espejo y decir: Esta soy yo y ahora tengo una versión mejorada, es el mejor tiempo que puedes tener para ti sin contar la cantidad, calidad es lo que necesitamos.
La mamá empoderada de hoy es la mujer que aprendió a dar valor a su esencia y agregar el rol de madre, sin pensar en que este nos define sino que nos complementa.
El camino es difícil, nos encontraremos con muchos instantes de batallas con nosotras mismas, pero lo mejor que les puedo decir es que vivan y elijan su maternar con el corazón, disfrútenlo, hagan lo que les de seguridad y con esa misma formen la confianza con ustedes internamente para poder sacar la esencia que buscan y transformarla en ser esa mujer que siempre han querido, esa que no toma en cuenta el qué dirán sino agradece el ser quien es y se siente feliz por cada paso que da porque sabe que es parte de ella.
Vivan felices cada etapa, no se apresuren, todas tenemos nuestro tiempo de reconexión, todas pasamos por mil y un etapas, la sociedad siempre tratará de etiquetarnos como “Es mamá” pero que esa etiqueta no sea algo negativo cuando lo escuchemos sino que sea nuestro símbolo de fuerza y crecimiento porque ser madre cuesta, pero también ser madre nos da un extra que estoy segura todas y cada una de las que son mamás y me están leyendo lo han sentido, algunas quizás ya habremos agarrado esa luz y crecido internamente, otras estamos despertando y dándonos cuenta de que siempre hemos estado ahí solo que faltaba que nos presentarán nuevamente a nuestro yo interior.
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Que hoy sea el día uno para construir ese maternar fuerte y decidido, ese día de sentir felicidad por contar ser uno misma y ser mamá, de sentir seguridad al ver al espejo y ver que es la de siempre solo que con más sabiduría, elegir la ropa que más nos guste, elegir los colores de maquillaje que nos hagan sentir vivas, elegir ese color de cabello que tanto se quiso alguna vez y elegir esas uñas que toda la vida han caracterizado nuestro ser una vez más! Ser nosotras mismas, brillar y recordar mantener esa luz prendida siempre para que nada ni nadie llegue a querer apagarla.
Ya no somos mujeres que cuando asumimos un rol ese mismo nos define, ahora somos mujeres que agregan experiencia y aprenden día a día para ser sabias y poder dejar huella en este mundo, que nada nos opaque, que nada nos encajone, que nada nos etiquete. Siempre auténticas, siempre libres, siempre mujeres fuertes.
Con amor.
Alexandra Huayta
Ig: @alexandra.con.equis